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lunes, 21 de junio de 2010

PATER NOSTER

El ritmo comercial nos ha acostumbrado a delimitar las manifestaciones de aprecio dentro de un marco temporal. Una muestra de ello es el "Día del padre" en el mes de junio. Si el comercio no lo promoviera, se correría el riesgo de olvidar a los protagonistas.

Hay padres admirables, que son capaces de llevar las riendas de un hogar con toda excelencia, convirtiéndose en el eje central de su familia, como ejemplo de orden firmeza, apoyo, orientación y motivación.

Otros tantos son reconocidos por su trato amoroso, especial, totalmente lleno de detalles expresados a través de palabras afectuosas, tiempo de calidad compartido con sus hijos, en procura de fortalecer el carácter de ellos.

Algunos, pese a las enormes dificultades en las que la vida los ha dejado inmersos, se sobreponen en forma heróica, al mejor estilo del ave Fénix, y son capaces de cumplir con sus obligaciones, no por presión sino por entrega voluntaria, casi altruista, con tal de dar lo mejor a los suyos.

Un padre es cabeza de hogar, el timonel de la importantísima embarcación familiar; proveedor por naturaleza, no solo de elementos materiales, sino adicionalmente de principios y enseñanzas; formador, pues la enseñanza de disciplinas y la aplicación de disciplina resultan acciones necesarias.

No obstante, en el mundo hay tristes manifestaciones paternales que conllevan consecuencias dolorosas, en ocasiones a niveles inadmisibles. Algunos por ausencia física (por fallecimiento, abandono, desaparición forzosa, entre otras causas) o tácita, otros por sobreprotección, unos tantos por agresividad, además de otros errores; pero en muchos casos no hay un buen ejercicio del ser padres.

En defensa de los padres ha de insinuarse que no hay una escuela para su labor, al menos no desde el punto de vista académico habitual. En los últimos tiempos la psicología y sus ramas afines han pretendido dar aportes de orientación, que en muchos casos han resultado ineficaces y/o insuficientes.

Pero el modelo paterno por excelencia sí existe, y es perfecto desde cualquier parte que se le mire. Sí hay un Padre con todos los galardones merecidos, y muchos por mencionar. Encarna todo lo deseado, y aun más allá de lo que podría pensarse (2Co 6:18).

Un Padre inconmovible (Is 63:16), dadivoso en magnitud (Mt 7:11), quien todo lo puede y todo lo sabe (Mr 14:36), capaz de amar sin condición (Lc 15:11-32), epicentro de la gran Familia (1Co 8:6), Padre por concepción y Padre adoptivo haciéndonos doblemente suyos (Ro 8:15), cuya heredad no tiene comparación alguna (Ro 8:17).

Algunos padres tienen en privilegio de ingresar a la sala de partos para presenciar el milagro de un nacimiento. Dios Padre ha presenciado desde la concepción hasta nuestros días, y aun los que están por venir, y no en papel de espectador, sino de Protector (Sal 22:9-10).

No obstante, como ocurre con muchos padres terrenales, Dios Padre padece de abandono, olvido, reprensión, ataques, entre otras manifestacionbes equivocadas. No hay que engañarse. No ser activamente grosero con los padres no implica ser buen hijo (Pr 20:20; Mc 7:9-13).

Dios Padre merece toda honra (Sal 9:1-2), y los padres terrenales son la proyección de Su autoridad (Ro 13:1). Nuestra obligación como hijos va más allá de recordarlos con detalles en un día cada año; todo padre, empezando por Dios Padre, merece amor, honra y obediencia (Ef 6:2-3; Col 3:20).

Demos gracias a Dios por ser el Padre Perfecto, en todo sentido; y por la oportunidad de contar con los padres que nos regaló. ël nunca se equivoca. No hay argumentos para dejar de amar a nuestros padres. Hay tres cosas que ellos merecen escuchar: "Papá, te amo", "Papá, perdóname", y "Papá, bendíceme".

Estas cosas no se tienen que dar por entendidas. Las palabras son necesarias en muchas ocasiones. Nuestra oración a Dios debe trascender más allá de la meditación. Nuestra expresión de amor a nuestros padres debe sobrepasar los límites humanos. ¡Feliz día, Papá Dios! ¡Feliz día, padres del mundo!

sábado, 12 de junio de 2010

CUATRO AÑOS - TREINTA DÍAS

Apenas transcurren horas o días después de una magna fiesta deportiva, y muchos consideran para sí un exceso desmedido del cual quisieran apartarse por un tiempo, procurando una aparente digestión mental y comportamental.

La gran calidad impresa en los recuerdos conlleva al menosprecio, voluntario o inconciente, de algunos cotejos locales o regionales. Es el mismo juego, en condiciones similares, pero queda una extraña sensación de insatisfacción.

El almanaque, denotando cierta complicidad, trata de correr a velocidad acelerada para anunciar la llegada de una temporada preliminar para la futura contienda mundial. La alegría es tácita en su inicio, pero poco a poco se constituye en un elemento sine qua non para la fiesta.

Por encima de la razón se antepone el corazón. La esperanza que el equipo representativo del propio país obtenga un lugar en el banquete principal, define el palpitar de los próximos meses, independientemente de las posibilidades que la historia y las circunstancias parecieran definir.

En el transcurrir del del proceso eliminatorio son diversas las expresiones impresas en los rostros de los implicados. Algunos permiten con facilidad emociones extremas de tristeza, alegría, autosuficiencia, pesimismo, entre otros.

Sin embargo, en la medida que la agenda prevista se va cumpliendo, y la amenaza del final de la misma se asoma, dichos rostros pueden adquirir bruscos cambios debido a la radicalidad que imponen los resultados de los diferentes enfrentamientos.

En el cierre eliminatorio, que para un gran porcentaje resulta prematuro, muchas lágrimas se derraman en forma caudalosa. Los que vieron pasar la oportunidad sin éxito alguno lloran de tristeza y dolor; quienes ven cumplido su sueño, lo hacen por haber roto la barrera entre lo utópico y lo vivido.

Son pocos los que tienen una última oportunidad. No es una repesca deportiva; es una pequeña luz al final del túnel que simula la muerte o la salida de las tinieblas emocionales.

Cuando ya se han concretado los invitados oficiales, viene un proceso como prerrequisito, en el cual las mesas se distribuyen en forma organizada para que, en pequeñas parcelaciones, se vayan descartando el número de puestos en forma gradual.

Algunos consideran con fortuna el espacio asignado, mientras que otros padecen por la amenaza que representa el compartir lugar con grandes monstruos históricos o con los dueños de casa de turno, tras la amplia posibilidad de abandonar el festín en forma temprana.

Muchas cosas ocurren en el período inmediatamente anterior: enfrentamientos de preparación, campañas publicitarias, expresiones objetivas y subjetivas a través de todo tipo de medios de comunicación formal e informal, marketing, etc.

Lo que parecía lejano, repentinamente, aparce tan cerca de los ojos que una lluvia cósmica coloniza la mente y el corazón; ansiedad, felicidad, euforia, pasión, fervor. Un proceso encandecente que emociona de principio a fin, hasta completar casi 1500 días.

Es increíble, pero el fútbol se convierte en una pandemia que resulta más incontrolable que la peste bubónica o la reciente gripe AH1N1, y encuentra su mejor caldo de cultivo en un punto específico del globo terráqueo, hacia el cual se dirige la mirada de millones de personas: la copa mundial.

Durante ochenta años el planeta ha vibrado con el evento futbolístico más importante, y el segundo certamen deportivo más seguido (después de los juegos olímpicos). Después de muchos años de ubicación bipolar de la localía, y después del experimento asiático, África tiene el privilegio de organizar el mundial.

Cuatro años esperando ansiosamente para disfrutar durante treinta días. Cada uno de los 64 partidos tienen una historia, que en forma conexa, trazan un camino a la gloria deportiva, deseada por mjuchos, pero alcanzada por uno solo. Enhorabuena ha llegado nuevamente el mundial.Que viva el fútbol! Que viva Suráfrica 2010!