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domingo, 30 de octubre de 2011

TRIQUI, TRIQUI

Se acerca una fecha particular para millones de personas alrededor del mundo. Aunque el halloween tiene una connotación aparentemente superficial y de básico entretenimiento, son muchas las razones por las que esta fecha tiene apreciaciones extremas, tanto de afición como de rechazo.

Nace, como muchas de las tendencias culturales semejantes, de un sincretismo que germina en la cultura céltica, absorbe elementos del imperio romano, se mimetiza con su amalgama en medio del catolicismo, con retoques modernos y contemporáneos.

Los celtas, reconocidos entre muchas cosas por su marcado paganismo, solían celebrar la fiesta del Samhain, en honor a sus antepasados, con la cual daban inicio a un nuevo año, abriéndose paso a un nuevo mundo, lleno de oscuridad pero promisorio.

La llegada del cristianismo católico trató de alterar esta tradición para llegar a un acuerdo débil de aceptación de elementos de ambas creencias, declarando que la antigua fiesta de todos los santos (reemplazante de ritos romanos) que solía celebrarse en mayo, cambiara su fecha al primer día de noviembre, con preparativos vespertinos desde el 31 de octubre.

A propósito del imperio romano, cuando invadió territorio celta, demostrando nuevamente su fortaleza militar y su debilidad cultural, adoptó esta celebración, mezclándola con su fiesta de la cosecha, de lo cual quedó la manzana como herencia.

Los ingleses católicos denominaron la fiesta "All Hallow's Eve", expresión que fue sufriendo modificaciones en el tiempo tales como "All Hallowed Eve", hasta la expresión que hoy conocemos: "Halloween".

Emigrantes europeos impregnaron de esta fiesta a Estados Unidos en 1846, aunque su celebración masiva se dio muchos años después , en 1921, inicialmente en el estado de Minnesota, y gradualmente en otros estados.
Pero la universalización de esta fecha llegó como efecto de las producciones cinematográficas estadounidenses ligadas al terror en las décadas de los 70 y 80 del siglo XX, como fue el caso del filme "La noche de Halloween".

Desde entonces, diversas conductas se ganaron un espacio repetitivo, costumbrista y casi ritual. El famoso cántico "triqui, triqui, Halloween", derivado de la expresión anglosajona "trick-or-treat", que traduce "truco o trato".

Según la invención popular, uno de los muchos espíritus que "atravesaban" el portal hacia el mundo de los vivos, acusaba a familias en sus casas con dicha expresión. Se prefería aceptar el trato bajo el precio que fuera, porque en caso contrario recibían maldiciones incomparables.

Las personas plasmaban formas horrendas en calabazas que colocaban al frente de sus puertas para evitar que el famoso espíritu les perturbara, acciones con las cuales lo lograban aplacar. Posteriormente, la conducta reiterativa y la asociación a este ser, hicieron que estas calabazas adoptaran su nombre: Jack O'Lantern.

Otras tradiciones son la demanda de dulces, cuyo origen se le atribuye a cristianos europeos del siglo IX, quienes pedían trozos de pan dulce a cambio de oraciones; el uso de disfraces, aparentemente oriundo de la Francia de los siglos XIV y XV, como respuesta artística al azote de la peste bubónica, aunque otros argumentan que eran trucos de ladrones en el medioevo.

Pero la verdadera discusión inicia cuando debemos definir la actitud correcta ante esta celebración. Las conductas de muchas personas son heterogéneas, polarizadas y casi tóxicas. Tendencias fanáticas de algunos "satánicos", que realmente son bufones contemporáneos, han estigmatizado este día como propicio para rituales grotescos, que han llegado a incitar actos violentos.

Por tales motivos muchos dogmáticos caen en rechazos irracionales con elementos similares a las conductas que atacan. Rechazos fundamentados en esquemas impositivos más que en efectos conscientes de una fe activa.

No quiero que se interprete que defiendo el Halloween. Amo a Dios, repudio y vitupero a todo lo que está en su contra; pero creo que la fe, a diferencia de lo que muchos no creyentes (y tristemente algunos creyentes) no es ciega, sino que tiene fundamentes claros.

Rechazo el Halloween como fiesta de brujas, pero invito a los cristianos a actuar en unanimidad y en dirección del Espíritu Santo antes que del fanatismo. Encierros, críticas sociales, repudio a los disfraces de los niños, cuentos más tenebrosos que el mismo terror de los monstruos de esta celebración, para atormentar a nuestra infancia, no son la respuesta.

Muchos cristianos que no permiten a sus hijos usar trajes de Toy Story, Batman, Ben 10, entre muchos otros personajes de moda infantil, son los mismos que en los cumpleaños de sus allegados, entre los preparativos, siempre celebran con una torta y unas velas conmemorativas.

¿Sabían que los persas imperiales, recibiendo herencias de las civilizaciones egipcia y griega en torno al festejos de cumpleaños, introdujeron la costumbre de interés pagano de compartir un pastel? ¿Sabían que a la diosa Artemisa se le ofrecía esta trota con velas encendidas en forma de ritual?

¿Sabían que campesinos de la edad Media retomaron, en una fiesta llamada Kinderfeste, esta preparación en sacrificio espiritista para niños? El número de velas era proporcional a los años de vida más una, adjudicando poderes para cumplir deseos cuando se apagaban. Irónico, ¿no?

Espero que con esta afirmación no llegue a dañar futuros onomásticos. Simplemente quiero hacer sentir que, en Cristo, "para el puro, todas las cosas son puras" (Tit 1:15). Y eso que no me quiero meter con temas más engorrosos, como el posible origen de la fecha del 25 de diciembre para celebrar la navidad, entre otros más.

Si son padres, los invito a hacer la siguiente reflexión. Sus hijos pequeños reciben de muchos la idea de pecado condenatorio si se disfrazan; llegan a su colegio y observan que sus amiguitos están vestidos con atuendos de personajes que también admiran, pero no los pueden usar.

¿Qué pasa por sus corazones? Créanme que no son cosas buenas ni cómodas. Insisto, no hago una apología al Halloween, pero, ¿no sería mejor reorientar las intenciones de la fecha, sacándola del aspecto espiritista y redireccionándola hacia intereses infantiles?

Hay iglesias cristianas que, en lugar de censurar en forma radical y testaruda, orientan en principios bíblicos no manipulatorios, y le dan espacios a los infantes de disfrazarse, comer delicias, jugar y ser edificados.

Eso lo admiro mucho más. Hay que romper esquemas. Aun en la cultura judía, los disfraces son viables. En la fiesta del Purim los niños se disfrazan. Algunos argumentarán que la invitación es a vestirse de personajes bíblicos relacionados con la fiesta, como Ester, Mardoqueo, etc.

Los invito a ver celebraciones de las últimas décadas. Se llevarán una tremenda sorpresa. Aparecerán Supermán, Sportacus, Mickey Mouse, Jack Sparrow, Iron Man, y muchos más. Hay que ser precavidos, pero no hay que ser religiosos.

Así como se 'santificó' el pastel de cumpleaños, se puede hacer lo mismo con esta fecha. Cuando Cristo nos enseñó a interceder, fue claro en mencionar que, aunque reiteraba nuestra naturaleza celestial, no nos quería fuera de este mundo sino alejados del mal (Jn 17:15).

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