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viernes, 18 de febrero de 2011

CIRCO FREE

Escasos días han transcurrido desde que el grupo terrorista de las FARC liberó a varios colombianos, entre miembros de la fuerza pública y civiles, en un lapso de más de una semana, en medio de un ambiente exageradamente ambiguo.

De alguna manera se ha establecido un ritual en torno al regreso a la libertad de aquellos que infortunadamente han caído bajo el poder de estos delincuentes: esperar un movimiento (no desinteresado) que sugiera alguna voluntad de paz, la mnifestación pública a través de Piedad Córdoba, un preparativo tensionante, una gestión lenta y truncada, y un desenlace polémico.

Es difícil abordar este tipo de temas con suficiente objetividad, ya que es evidente que la objetividad patriótica que clama por una mano agresiva contra esta avalancha guerrillera, tiene el contrapeso emotivo de quienes padecen en carne propia las secuelas del secuetro, permeabilizándose a acciones oportunistas, inadecuadas, y llenas de demagogia.

No se puede criticar a familiares, allegados, verdaderos dolientes. Es difícil tener cabeza fría cuando se ha interrumpido el derecho a vivir con dignidad, al establecimiento libre de un hogar feliz; cualquier puerta, por inapropiada que parezca, resulta atractiva para retornar a una vida tranquila.

El marco de estas manifestaciones de las FARC durante la presidencia de Álvaro Uribe era bizarro. Políticamente estaban sufriendo una decadencia paralela al aspecto militar. Liberaciones en medio de condicionamientos se entremezclaron con derrotas militares como las Operaciones Jaque y Camaleón.

La terquedad de ambas partes acentuaba el dolor de quienes, en el medio, soportan millares de latigazos de la crueldad humana. Familiares clamaban incansablemente por el famoso intercambio 'humanitario', con el fin de ver el retorno de sus seres amados.

Son presa fácil de los diferentes actores oportunistas de esta tragicomedia: de los delincuentes, en cuyas fauces se encuentran las vidas de los suyos; del gobierno de turno, que en amalgama aúna la función ejecutiva con la politiquería; y de los 'ayudantes voluntarios' quienes determinan el curso de las acciones.

La participación de Piedad Córdoba en este proceso de liberaciones hace parte de la polémica. Inicialmente, como representante del legislativo colombiano, se entendía - en cierta forma - su presencia en el trámite de las liberaciones.

Un país dividido. Muchos han defendido su gestión, especialmente los directamente beneficiados con el retorno a la libertad; otros consideramos este ejercico como un aprovechamiento sagaz de las circunstancias para obtener beneficios de diferente naturaleza.

Después de perder la curul por fallo de la Procuraduría, tras haberse demostrado vínculos no permitidos con el grupo ilegal, Córdoba se quedó únicamente con la batuta de una organización que le permite mantenerse vigente en el proceso.

'Colombianos y colombianas por la paz' podría convertirse en una de las paradojas más grandes en la historia de los procesos de paz en este país. De forma, una aglomeración de nacionales dispuestos a traer de vuelta a quienes se encuenbtran secuestrados; de forndo, un títere político que beneficia a mediadores y a los terroristas de turno.

Detalles puntuales como el traje de paño del concejal Armando Acuña (como si el secuestro en colombia fuese una derivación a un spa o un hotel de lujo), los enredos para cerrar el ciclo de liberaciones con el regreso del Mayor Solórzano y el Cabo Sanmiguel, entre otros más, ayudan a dilucidar el panorama artificial de estos actos.

Un show barato que demuestra el oportunismo de unos y de otros. Una pantomima que resulta aceptable para quienes pueden volver a abrazar a sus familiares, pero recprochable para el grueso del país que está cansado de la manipulación.

Las FARC no están haciendo un favor. La libertad es un derecho inalienable. Las liberaciones a cuentagotas son patéticas. En eso hay gran diferencia con el proceso de paz con el M-19 hace dos décadas. La voluntad es evidente. El arrepentimiento tiene frutos tangibles.

No se puede hablar de paz, de acciones 'unilaterales y 'loables', cuando se muestra al mundo, ante cámaras y multitudes una puesta en escena romántica, mientras que en otro sector del territorio nacional se priva de la libertad a otros ciudadanos.

Recientemente el presidente Juan Manuel Santos amenazó a la cabeza de las FARC, Alfonso Cano, advirtiéndole un pronto desenlace en similares condiciones a las padecidas por su colega el 'Mono Jojoy'.
Ojalá un ataque de sensatez e mediana inteligencia se apodere de estos delincuentes. Ojalá haya un impacto, ya tardío, de la madurez precoz de Johan Steven Martínez, hijo de Libio Martínez, el secuestrado más antiguo en poder de las FARC.

Este niño ha hecho todo lo que un ser humano consideraría sobrenatural y reflexivo; cualquier ser humano cedería ante actos tan valientes y ponderables. Serán humanos? No se sabe realmente. Si algo queda de ello, si la bestialidad no es absoluta, aun quedan esperanzas.

No más circo. No más secuestros. No más muertes. No más tráfico de estupefacientes. No más oportunismo político. No más manipulación del dolor ajeno. No más cruce de egos. No más dolor. No más tragedias. No más, no más, no más.

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