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sábado, 19 de febrero de 2011

DOC NOC, POC FAVOC

Confesión médica de incomodidad social. Soy galeno titulado desde hace más de siete años, con la bendición de ejercer mi profesión desde el mismo instante en que obtuve mi diploma, y con mayor razón, al adquirir el registro médico después del servicio social obligatorio o año rural.

Me siento orgulloso de ser un facultativo. La medicina no solo es un área de desempeño laboral; es una ciencia, un arte, un apostolado. Desde mi niñez me vi reflejado en un consultorio al servicio de quienes requirieran atención para mejorar su estado de salud.

Existe una alta probabilidad que, en forma gradual, y quizás a un término reativamente corto, mi labor heredada de Asclepio e Hipócrates podría estar llegando a su fin, al menos en su forma principal y protagónica; pero siempre llevaré mi orgullo, conocimiento, entrega y disposición.

A lo que nunca he podido acostumbrarme, y creo que no lo haré, es al llamado personal, usando términos que, pese a su lógica, logran sacarme de casillas, en forma similar a mi detestado vallenato (quizás escriba pronto al respecto, bajo riesgo de perder lectores de la costa atlántica colombiana).

'Doctor', 'médico' y otras expresiones me resultan desesperantes por varias razones. Primero, mis padres se quemaron las neuronas para regalarme un nombre para toda la vida, como para que esté reducido a un llamado personal con estos términos.

Segundo. La palabra 'doctor' me remonta a escenas de marcado sarcasmo. Cuando estaba en mi etapa formativa, esa era la forma en que los especialistas se referían a los estudiantes para humillarlos, así como o hacían las enfermeras para denotar su tedio.

La palabra 'médico' me resulta más complicada y cacofónica. Lo más triste es que gran parte de las personas más allegadas a mí suelen usarla con frecuencia, como si se tratase de un prerrequisito de etiqueta social, en el capítulo de los saludos protocolarios.

Aun las contracciones modernas, tales como 'doc' u otro tipo de derivados, son un tormento particular para mis oídos. Esta es una solicitud escrita con desencia y tacto, pero no limitada en el tono certero y contundente. Mi nombre es más que suficiente para llamarme. Gracias, muchas gracias.

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