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miércoles, 22 de septiembre de 2010

IMPACIENTE

"¿Para qué voy al médico si allá solo saben formular Acetaminofen e Ibuprofeno?", "Allá solo esperan a que uno esté muriéndose para que lo atiendan"...Estos y otros tantos son los comentarios que los médicos estamos cansados de escuchar.

La mayoría de los usuarios suelen caer en un mar de murmuraciones zafias en contra de la atención en salud, acerca de todo de tipo de situaciones, desde las razones más detalladas hasta llegar algunas irrisorias.

Muchos de los motivos de consulta que se ven en un servicio de urgencias podrían ser fácilmente atendidos en valoración ambulatoria, pero los usuarios creen que así se evitan la demora del agendamiento, y garantizan, supuestamente, una atención más inmediata.

El círcuito de manejo debería ser sencillo. El usuario que sienta alguna dolencia habría de consultar inmediatamente al médico general con el fin de orientar un diagnóstico y posible tratamiento. Una vez valorado y formulado, su adhesión al tratamiento debería coincidir con una evolución satisfactoria.

Sin embargo, la realidad es cruelmente diferente. El circuito es mucho más complejo. La mayoría de personas creen que la consulta médica se debe limitar a la sensación de malestar; algo que está totalmente mandado a recoger, con los novedosos conceptos de la medicina preventiva.

Aquellos que padecen diferentes síntomas incómodos, prefieren soportarlos hasta que su paciencia se agote; y pese a ello, con dificultad acudirían a un profesional de la salud.

Por lo genereal acuden a sus propios 'conocimientos' o los de sus allegados para tomar medidas caseras, o peor aun, sustancias que deberías ser prescritas exlusivamente por personal calificado, en momentos específicos.

Una de las tendencias más desatrozas y comunes es acudir a una farmacia para obtener un medicamento que pueda resolver la crisis con inmediatez, esperanzados en la 'experiencia' de los vendedores quienes, se supone, deben conocer las mejores opciones.

No obstante, la gente no entiende con responsabilidad, que el personal de las farmacias es simplemente experto en ventas, y no tiene la autonomía ni la formación para tomar decisiones terapéuticas; sus conceptos no solo pueden ser desacertados, sino que pueden resultar altamente riesgosos.

Después de la inefectividad de aquellos manejos, o de las secuelas perjudiciales de los mismos, asisten al médico en busca de una solucióm inmediata, y se molestan al no encontrar respuestas radicales y aceleradas.

El paciente suele ser impaciente, y su afán solo le lleva a la toma de decisiones equivocadas. No niego que existan muchas deficiencias en el sistema de salud, tanto en países en desarrollo como en 'desarrollados', pero es innegable que el primer paso a dar en salud debe ser de reeducación.

No es este un ataque contra los pacientes, ni una accción de 'Pilatos' para evadir la responsabilidad de quienes ejercemos en áreas de la salud. Es una invitación para actuar con prudencia y criterio adecuado a la hora de enfrentar enfermedades.

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