En las postrimerías del año 1923, La Voz de Barranquilla aparecía triunfalmente como emisora radial pionera en Colombia, bajo la orientación loable de Elías Pellet Buitrago.

La radio en Colombia tiene gran importancia gracias al aporte de un sinnúmero de íconos: Manuel J. Gaitán, Julio Bernal, los hermanos Alford (en primera inteancia); Fernando y Carlos Gutiérrez, Carlos Arturo Rueda, Fernando Londoño; Bernardo Tobón De la Roche, Roberto y Enrique Ramírez (tiempo seguido); Otto Greffeinstein, Carolos Pinzón, Humberto Martínez Salcedo, Hernán Castrillón, Julio E. Sánchez Vanegas, Gloria Valencia, Eucario Bermúdez, Alberto Piedrahita, Fernando González Pacheco, Juan Harvey Caicedo (otra oleada); Guillermo León Ruiz, Octavio Rocha, René Figueroa, Magda Egas, Ernesto Rojas Ochoa, Baltasar Botero, Juan Clímaco Arbeláez, Armando Plata Camacho, Ángela Patricia Janiot, Beatriz Gómez (período más reciente).
Resulta complicado, dispendioso, y quizás hasta grosero pretender enlistar a los meritorios personajes destacados de la radiodifusión colombiana, ya que muchos nombres podrían quedarse en el camino, no por falta de mérito ni por demeritar sus actuaciones; simplemente este país ha tenido tal calidad en el tema que no hay forma de agrupar con facilidad tantos nombres.

Por tal motivo resulta vergonzoso e indignante que nuestros medios hayan tenido un giro tan abismal, como resultado de 'una serie de eventos desafortunados' que parecen no encontrar un freno, al menos en tiempo cercano.
En el año 1991 hay una renovación de la Carta Magna, que trajo uno de los primero autogoles para la radiodifusión; la locución como ejercicio, no como profesión, está al alcance de cualquier persona, abriendo puertas equitativas, pero poco seguras.
La Asociación Colombiana de Locutores fue un pilar esencial para garantizar que se siguiera la senda de la calidad en la radio nacional; después de estos cambios pasó a ser una entidad insípida y desprovista de la altura requerida.
Cuál es el resultado? Infortunadamente, como ha resultado en la mayoría de los sectores de la vida actual, el dinero tiene más trascendencia que los valores esenciales, y en la radio se ha hecho sentir tal aberración.
Los programas de mayor raiting no se caracterizan, como solía ocurrir años atrás, por las voces elegantes, la objeividad, la estética y la finura; son aquellos que manejan un modelo magazzine, con más cara de tabloide, usando un lengueje que pasa de lo coloquial a lo vulgar con prontitud, con contenido superficial.

Con tristeza ha de aceptarse que el sostenimiento de tan paupérrima programación se debe a los oyentes; el mundo es cada vez más amoral, y la radio le provee 'manjares'.
Dios permita que las cosas cambien con prontitud; ojalá la radio colombiana vuelva a ser lo que siempre fue, lo que nunca debió dejar de ser; quizás aun hay tiempo para recuperar el rumbo.
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