Estamos preparados para la muerte de un ser querido? Hay quienes hablan de este tema con total facilidad, quienes consideran que no hay nada bueno en tratarlo, y aquellos que le restan total importancia.

Algunos con temor, otros con resignación, y un porcentaje con preocupante aceptación patológica; la muerte personal es un tema que, de alguna manera, resulta menos difícil de asimilar y confrontar, al menos, cuando se trata de una posibilidad desconocida, y no de una sentencia, como en temas médicos, u otros.
No obstante, el riesgo de perder a un ser querido resulta muchísimo más difícil de afrontar, porque nuestros sentimientos pueden volar con gran velocidad hacia nuestros allegados, en muchas ocasiones, superando nuestra propia autoestima.
Son innumerables las justificaciones para hablar de una verdadera crisis ante la pérdida de una persona que se ame notoriamente: el tiempo compartido, las circunstancias, episodios inolvidables, etc.
Hay despedidas inesperadas, otras con un doloroso preaviso, pero todas ellas llevan impresa una carga dolorosa que trastorna completamente los sentidos, convirtiéndose en un puñal que atraviesa lo más profundo del alma, queriendo enclavarse por largo tiempo.

Hay diferentes teorías respecto a las etapas del duelo. Una consta de tres partes: fase de evitación, donde la tristeza conlleva al rechazo de las circunstancias; fase aguda, llena de desinterés por lo que viene al haber ligaduras del pasado; y resolución, cuando la vida sigue adelante.
Otra teoría describe cinco fases: negación, como acto de defensa; enojo, habiendo aceptado o no los hechos, para buscar potenciales culpables; identificación proyectiva, idealizando al desaperecido; negociación, con el propósito de buscar elementos internos de apoyo; y aceptación, adquiriendo el beneficio de la tranquilidad.
En la teoría suena un proceso lógico y viable; en la práctica, es una experiencia que tiene un tiempo interno tremendamente lento, cargada de emociones dolorosas e intensas, pero necesaria, para garantizar que la vida continúe sin tapujos.

Quién mejor que Dios Padre para entender el dolor de perder a quien se ama enteramente? (Ro 8:32) Pero él mismo perfeccionó Su amor a través de la muerte, trayendo consigo efectos positivos (He 5:7-9; 9:15)
Dedicado a mi amigo de siempre, luchador de la vida, ahora en presencia de Dios, Manuel Salazar.
Dedicado a mi amigo de siempre, luchador de la vida, ahora en presencia de Dios, Manuel Salazar.