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martes, 11 de enero de 2011

LA PSICOLOGÍA DEL AÑO NUEVO

Cada vez que un año entra expone su colofón, y en forma simultánea uno naciente, mediante retumbos en cresecendo, hace una entrada progresivamente triunfal, los habitantes del mundo actual asumen un papel particular dentro de un ritual conciente o inconciente.

Si bien es cierto que hay millones de personas en el mundo que no se ciñen al calendario gregoriano, la gran parte del pastel está sujeta desde un aspecto social, cultural, comercial, habitual, o lo que sea, al impacto transicional entre el 31 de diciembre y el primero de enero.

Uno de los fenómenos más comunes es la retroalimentación, que define lo cumplido y lo pendiente de los objetivos trazados, un balance de éxitos y fracasos, de ganancias y pérdidas, para dilatar plazos al período que sigue, establecer nuevas metas, o estancarse en el dolor de lo que pudo haber sido y no fue.

Cuando hay un nuevo ciclo temporal de 365 días, se abren expectativas que, por lo general, no gozan de ese mismo ambiente de renovación: "esta vez sí hago la dieta", "ahora sí voy al gimnasio", "este año triunfaré en mis negocios", "por fin me casaré", etc.

Al final de ese giro de 360 grados, aquellas ideas que se expresaron con ligereza pero aparente firmeza, y que simismo se abandonaron en el desierto de la irresponsabilidad y la falta de compromiso, vuelven a hacer aparición, esta vez en forma amenazante y acusatoria, por la muy probable opción de carencia de resultados.

Hay un grupo de soñadores, hombres y mujeres comprometidos con la lucha de sus propios ideales que, habiendo logrado lo querido, teniendo un proceso en camino, o habiendo encontrado dificultades para arrancar, acogen un nuevo año con expectativas claras, teniendo certeza de ver lo que en sus mentes ya ha sido precozmente una realidad, por lo cual la culpa no tiene cabida.

Hay personajes que equivalen a multiplicar por uno o sumar cero. Aquellos que han tomado la decisión de 'seleccionar', 'copiar' y 'pegar' el libreto aburrido de sus vidas en el espacio en blanco que abren las hojas del libro de su vida que se anexan con cada año. No vale la pena ni mencionarlos.

El punto de enlace entre los años saliente y entrante, esos minutos místicos alrededor del cambio, traen consigo otro número de detalles particulares que están sujetos a un sinnúmero de variables, pero llenos de condiciones muy destacables.

Las lágrimas hacen parte de esta rutina. Por qué lloran? No lo sé. No obstante, pareciera que el instante en que el reloj marca la hora cero, las glándulas lacrimales entran en un éxtasis de expresión inmarcesible que han anegado la mayoría de los hogares.

Los agüeros son otra mácula difícil de erradicar. Por lo menos en Colombia hay una lista larga de extrañas costumbres, carentes de fundamento y de sentido, que están enraizadas en las decisiones de muchos.

Dar unas vueltas alrededor del barrio con maletas bajo el pobre argumento de estar abonando millas para viajar durante el año; echar debajo de la cama una papa medio pelada, una pelada y otra sin pelar para determinar el aparente porvenir económico personal y familiar; comer doce uvas encargadas de transportar el mismo número de deseos puros en el trayecto maloliente intestinal; hacen parte del ridículo social que no aporta nada para la vida.

Bebidas alcohólicas sin medida, además de la exacerbación de otro tipo de vicios, con sus respectiuvas secuelas comportamentales, también laceran la intención de arrancar otro ciclo en la forma más responsable que se debería asumir.

El uso indebido de la pólvora, el incremento injustificable de los robos y homicidios, la conducción de automóviles en estado de embriaguez,  y muchas otras más que no recuerdo (o no quisiera recordar), hacen parte de aquellas cosas que desean robar el buen ánimo de estas temporadas.

Ahora bien, vale la pena aclarar que toda tradición del nuevo año no está ligada a la maldad y la vergüenza. Hay elementos altamente rescatables, como la tendencia a compartir en familia (aunque hay nuevos adeptos a la disolución injustificable), las comidas deliciosas, los eventos culturales, la fiesta, y otros más.

Yo solo sé que hay en mí un deseo fuerte de ver cada vez mejores cosas en cada nuevo año. Quizás no soy tan apasionado por el festín que en estos tiempos aparece; tampoco soy defensor de las ridículas costumbres que la falsa cultura desea retener.

Creo que solo hay Uno quien me puede garantizar el éxito total de mi año, de mi nuevo año. Solo a Él me interesa entregarle mi año. ("Tú coronas el año con tus bienes, Y tus nubes destilan grosura"  Salmo 65:11)

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