
En el ámbito del entretenimiento, uno de los fuertes más grandes de este país ha sido la producción de telenovelas tradicionales reconocidas internacionalmente, llenas de historias fantasiosas de mujeres en notoria desventaja de vida, que corren con suertes ajenas a la realidad, convirtiéndose de la noche a la mañana en dueñas del poder, con lo cual obtienen el amor de su príncipe encantado.
De igual forma, los venezolanos adquirieron una cultura de alto consumo novelístico, por lo cual, desde hace ya muchos años, se han acostumbrado a importar producciones similares oriundas de países como Brasil, México y Colombia.

Recientemente Conatel, la entidad encargada de regular el contenido de la televisión en Venezuela, ordenó a la televisora privada Televen, la suspensión inmediata y definitiva de la transmisión de una novela colombiana producida por el canal RCN.
El motivo es tan sencillo como hilarante. Dentro de la trama de la novela existe un personaje lleno de matices particulares: locura, comportamiento grotesco, comedia superficial, actitud desesperante, un idioma inglés paupérrimo, apariencia poco atractiva. Su nombre es 'Venezuela'.

Nuevamente las marionetas chavistas realizan intervenciones que rozan con lo patético y pueril, sin fundamentos significativos, basados simplemente en la defensa de un imperialismo barato de izquierda, que definitivamente no respeta ningún espacio en la cultura venezolana, y quizás, suramericana.
La defensa de las telenovelas no es de mi incumbencia, pero la reacción de las entidades gubernamentales de este país demuestran la pobreza mental y administrativa que las ha caracterizado. Ahora bien, no se puede responsabilizar a los títeres totalmente, cuando el error nace en el titiritero.
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