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lunes, 11 de abril de 2011

AULAS ARMAS

Recientemente una gran cantidad de estudiantes y otros actores de la educación superior en Colombia salieron a las calles de las principales ciudades del país para sentar su posición frente a las grandes amenazas del sector.

Apenas unos días antes de esta manifestación pacífica, en varias de las universidades públicas del país ocurrieron eventos totalmente vergonzosos, que mancillaron el buen sentir de la mayoría de la comunidad estudiantil, ávida de soluciones certeras pero honestas y legales.

En Pasto, la manipulación de explosivos cobró la vida de un joven y dejó en grave peligro la estabilidad de otros; en Medellín hubo enfrentamientos con la fuerza pública y disturbios que trastornaron la paz de la ciudadanía; en Bogotá hubo exposiciones pueriles de algunos delincuentes irresponsables que, escudados en capotas y con la bandera de la universidad, generaron gran barullo.

Para completar, las Fuerzas Armadas obtuvieron información que sugería la posible filtración de grupos ilegales a las marchas nacionales, con el fin de trastornar el propósito original de esta expresión popular, y perpetuar ataques terroristas.

Toda esta situación genera varias lecturas. El mundo universitario se ha caracterizado, al menos en los últimos 50 años, por ser un escenario casi onírico y de corte hegeliano, promotor de justicia social, paz, equidad, y progreso.

A mediados del siglo XX, y especialmente en las dos o tres décadas siguientes, una pasión de izquierda se apoderó del mundo; la universidad era un centro de operaciones para gritar al mundo el desacuerdo con la maquinaria tradicionalista de tendencia opresora.

Tristes historias de reprensión, que iban desde la tortura hasta la muerte, describieron vivencias difíciles en la plaza pública, convirtiendo a simples jóvenes en héroes revolucionarios, apologistas de un mundo dispuesto a resistirse al absurdo sometimiento.

Los pensamientos gestaron ideas; las ideas, objetivos; los objetivos, caminos; los caminos, proyectos; los proyectos, hazañas; las hazañas, leyendas. Pero fueron permeándose pasiones extremas, resentimientos, malicia, armas, actos maquiavélicos, etc.

La lucha por una justa causa dio el salto que nadie hubiera deseado, y que los antiguos dueños del rótulo de maldad habían sugerido: la delincuencia. Un mundo ideal de muchos se convirtió en la careta oportunista y maléfica de unos pocos.

Algunos de los antiguos soñadores ven con nostalgia cómo una quimera, casi aterrizada sobre los linderos tangibles, se ha pervertido por completo; otros sucumbieron fácilmente a estas propuestas indecentes hasta llegar a ser artífices de grupos al margen de la ley.

Cada vez que se habla de protesta estudiantil, el aire puro de la sana revolución se contamina; podría tratarse de delincuentes con disfraces universitarios, o quizás, dicho con tristeza, de propios estudiantes, carentes de criterio, que son manipulados con facilidad.

Ojalá cambien las cosas con prontitud. El derecho a expresarse libremente debe seguir siendo una oportunidad para procurar una sociedad mucho mas justa; pero tiene la obligación de resistirse a la prostitución sugerida por quienes, en forma egoísta, se valen de estas herramientas para construir ambientes zafios.

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